Éste es uno de los recorridos más bonitos que podemos hacer desde las Cabañas Patagónicas, sin necesidad de coger el coche para salir de Maraña, a buscar lugares interesantes que conocer.
En nuestro entorno inmediato tenemos una gran joya, la Peña Hoguera. Una imponente roca caliza de más de 100 m de pared vertical que se yergue sobre el mismo pueblo de Maraña, cobijándolo, pero a la vez intimidando con la amenaza inexistente de caídas de piedras.
Salimos dirección Este hacia el abrevadero cercano y tomando la pista de las antenas remontamos todo el monte hasta el collado del Hoyo, entre las peñas del Hoyo y las cumbres.
En invierno, el gran atractivo que predomina es la presencia de la nieve que cubre todos los senderos y aporta esa belleza especial al paisaje.
Dejando las primeras cuestas del camino, pasado el collado de la Corona, llegamos a la curva del abrevadero. Nuestra mirada irá directamente al macizo de Mampodre, el cual no nos dejará en ningún momento del recorrido.
En lo alto del collado del Hoyo tenemos una bonita explanada que se abre a todos los puntos cardinales. Un mirador único sobre todos los montes de Valdeburón.
En lo alto del Hoyo, si miramos al norte vemos la mole de la Peña Ten, un 2000 con pinta de volcán herido, roto en su cráter al sur. Siempre que pasamos por este punto le hacemos muchas fotos.
Giramos hacia el Oeste para subir la pequeña loma que marca el punto más alto del camino. Las vistas siguen siendo únicas.
Siguiendo hacia el Oeste, sin subidas ni bajadas, sin necesidad de seguir un sendero guía, nos acercaremos a la trasera de la Peña Hoguera. No tenemos prisa, estamos disfrutando. La nieve afianzada bajo nuestros pies nos permite caminar cómodamente, sin hundirnos. Aprovechamos para seguir haciendo fotos, ya que día es propicio para ello.
Girando al sur, entre escobas, con la mirada en el primer peñón, bordeamos éste por la izquierda, en un bonito tramo de hayas y rocas.
Pasamos al gran collado entre peñas. A la izquierda el hayedo de los Reyes, a la derecha la bajada directa hacia los campos de San Roque. Y en frente, el último escalón hacia la peña.
Arriba, en lo alto, lo único que vemos sobre la nieve son las pisadas de muchos rebecos, los auténticos dueños de éste mirador natural, que no necesita elementos urbanos que lo destaquen ni fomenten. Su verdadero valor está en las piedras, en la hierba, la nieve, las salamandras, los buitres o las chovas. Los humanos somos visitantes ocasionales y debemos dejar el monte como lo encontramos, vacío de todo rastro ajeno a su naturaleza.
El regreso nos gusta hacerlo por el laberinto empinado del hayedo de los Reyes. Bosque mágico de árboles jóvenes, que esconde figuras enigmáticas y deja volar la imaginación de los soñadores.
No importa el tiempo que pronostiquen, hay que salir. Lanzarse a la aventura trae más alegrías que la seguridad de la inmovilidad.
Os esperamos en la próxima excursión mampodrera.